A casi un siglo del surgimiento de la Bauhaus, llega esta muestra en el Museo de Arte Decorativo .

Bauhaus, o la fuerza de la creatividad

por Laura Ventura, para La Nación Revista
A casi un siglo del surgimiento de esta escuela alemana de diseño y arquitectura, una muestra en el Museo de Arte Decorativo permite admirar a un movimiento icónico, que tiene más vigencia que nunca
A casi un siglo del surgimiento de esta escuela alemana de diseño y arquitectura, una muestra en el Museo de Arte Decorativo permite admirar a un movimiento icónico, que tiene más vigencia que nunca Crédito: Andreas Körner/Gentileza IFA

Don Draper ingresa en su oficina de Manhattan. Es 1965 y el publicitario se recuesta en un sillón a pensar en su próxima campaña. Una femme fatale, interpretada por Sharon Stone, es interrogada por la policía en San Francisco en un momento icónico y sensual del cine de los noventa. En el siglo XXI, la final de Roland Garros es auspiciada por una marca suiza de relojes y los tenistas corren alrededor de anuncios de lona por los cuales la empresa ha pagado millones. Estas escenas tienen algo en común: la influencia de la Bauhaus. La decoración del despacho más efervescente de Mad Men, la silla de Bajos instintos y la tipografía de la marca fueron concebidas bajo los preceptos de la escuela alemana. A casi un siglo de su creación, llega a Buenos Aires El mundo entero es una Bauhaus (en el Museo Nacional de Arte Decorativo), una muestra itinerante que permite al visitante conocer las ideas de este centro de enseñanza que, a fuerza de su creatividad desbordante, se convirtió en un movimiento que hasta el presente se cuela en nuestra vida cotidiana, la embellece y la hace más simple.

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Bauhaus (un sustantivo alemán creado con el principio léxico del kompositum, donde una palabra surge a partir de la suma de dos o de varias voces, significa casa de construcción) es un símbolo de diseño y de arquitectura. Minimalista, buscó, a partir de líneas simples, mejorar la calidad de vida del hombre posmoderno. Para la Bauhaus, es el hombre el que domina a la máquina, y no viceversa.

Walter Gropius, quien había luchado en la Primera Guerra Mundial y se casó con Alma Mahler, viuda del compositor, creó en 1919 esta escuela -con la doble acepción de escuela: en el sentido tradicional de la palabra, como sinónimo de sitio de aprendizaje, o aula, y como conjunto de ideas aunadas en una estética- durante la República de Weimar. Inspirada en el modelo de construcción de las catedrales medievales efectuada por logias y salpicada por el expresionismo en estruendosa eclosión, la Bauhaus pariría 1300 discípulos hasta 1933, cuando el nacionalsocialismo ordenó clausurarla tras acusarla de atentar con sus ideas contra el orden impuesto por Adolf Hitler.

Walter Gropius (derecha), un veterano de la Primera Guerra Mundial, fue impulsor de la escuela Bauhaus. A la izquierda, el diseñador Herbert Bayer
Walter Gropius (derecha), un veterano de la Primera Guerra Mundial, fue impulsor de la escuela Bauhaus. A la izquierda, el diseñador Herbert Bayer Crédito: Andreas Körner/Gentileza IFA

En El Príncipe de Plata (dentro de ¿Quién teme al Bauhaus feroz?, Anagrama), Tom Wolfe describe esta escuela como el Jardín de Epicuro: «Gropius, el Epicuro del grupo, tenía treinta y seis años, era esbelto, iba acicalado con sencillez pero meticulosidad, con el pelo negro y espeso peinado hacia atrás, irresistible con las mujeres, correcto y educado a la clásica manera alemana, teniente de caballería durante la guerra, condecorado con la medalla del valor, hombre tranquilo, seguro y con convicciones en medio del cataclismo».

Gropius deseaba crear un establecimiento estatal donde se le pudiese brindar a los alumnos orientación artística y artesanal y publica un manifiesto -ilustrado en su portada con un grabado de madera llamado Catedral, a cargo de Lyonel Feininger- donde llamaba a sus contemporáneos a crear una corporación de artesanos: «¡El objetivo final de toda actividad artística es la construcción!… Arquitectos, pintores y escultores tienen que conocer y comprender total y sectorialmente los diferentes aspectos de la construcción, pues entonces ellos mismos imbuirán de nuevo a sus obras el espíritu arquitectónico que perdieron en el arte de salón». Enemigos del concepto de lo burgués, los exponentes de la Bauhaus apostaban por lo simple, huían de lo barroco y también se preocupaban por el diseño de interiores, en particular del mobiliario del hombre moderno, que debía tener acceso a objetos confortables, livianos -la silla Breuer es quizá la más conocida de sus piezas- por un precio económico.

El edificio de la Bauhaus, en Dessau
El edificio de la Bauhaus, en Dessau Crédito: Andreas Körner/Gentileza IFA

«Siempre digo que hoy necesitamos más Bauhaus porque tenía profesores muy particulares. Es necesario que se enseñen buenas técnicas en las escuelas y estamos muy lejos de eso. Además, creo que en las universidades se debería enseñar a conocer bien los materiales con los que se trabaja, y a hacerlo en grupo y en libertad», explica Boris Friedewald, el curador de la muestra integrada por objetos originales, fotografías y documentos que tendrá a la Argentina como primer destino. Buenos Aires se convierte por algunas semanas en el centro Bauhaus más importante del mundo, puesto que el Bauhaus-Archiv de Berlín permanece cerrado desde el mes pasado para prepararse para la gran celebración del centenario que se realizará el año próximo en la capital alemana.

Entre los profesores de la Bauhaus se encontraban Wassily Kandinsky y Paul Klee. Fue este último quien, según Tom Wolfe, bautizó a Gropius «el Príncipe de Plata», en referencia a su elegancia y nobleza, virtud que se expresaba a través de una sensibilidad sin igual. Pero el emblema del Nuevo Periodismo estadounidense, fiel a su estilo provocador, se reservaba en este texto una anécdota sobre los miembros de la Bauhaus, quienes también experimentaban con su propia alimentación. Gropius en un momento había reducido su ingesta diaria a platos de legumbres, insípidos, según Wolfe (aunque no los había probado), y que solo cobraban gusto al añadirles ajo. Fue Alma Mahler Gropius quien se refirió al estilo de la Bauhaus como «un tufillo de ajo en el aliento».

Juego de ajedrez (Josef Hartwig y Joost Schmidt), 1924
Juego de ajedrez (Josef Hartwig y Joost Schmidt), 1924 Crédito: Andreas Körner/Gentileza IFA

Esta colonia de artistas de distintas expresiones proponía un concepto pedagógico, revolucionario y progresista. En lugar de alumnos, había aprendices; en lugar de aulas, talleres donde un profesor enseñaba la artesanía o las distintas técnicas (ebanistería, imprenta, alfarería, escultura, carpintería, tejeduría, etc.), es decir, una síntesis estética que conformaba una «ciencia visual».

Durante sus 14 años de vida la Bauhaus se mudó de Weimar -escapaban del avance de la derecha en el Parlamento regional- a Dessau -tras otra derrota socialdemócrata en las elecciones municipales de 1932- y luego a Berlín. Con cada mudanza, si bien el espíritu se transportaba con entusiasmo, algunos cimientos se corrieron de su eje. «No hay una sola Bauhaus. Hay diferencias según la época que analicemos. Tuvo tres directores y cada director tenía un nuevo impulso. La primera, dirigida por Johannes Itten, es fuertemente expresionista. En la segunda, comandada por Hannes Meyer, la artesanía era lo más importante y se preocupan mucho por lograr la producción en serie de los objetos. Y la última es una etapa más arquitectónica, dirigida por Ludwig Mies van der Rohe», dice Friedewald.

Dibujo atribuido a Marianne Ahlfeld-Heymann. Clases de teoría de la forma pictórica dictadas por Paul Klee, 1923/24
Dibujo atribuido a Marianne Ahlfeld-Heymann. Clases de teoría de la forma pictórica dictadas por Paul Klee, 1923/24 Crédito: Andreas Körner/Gentileza IFA

Las ideas de esta fraternidad no son solo una influencia, sino que están omnipresentes en nuestra vida cotidiana. Estados Unidos acogió a Gropius y a László Moholy-Nagy, entre otros líderes, tras la clausura de la Escuela, sumidos en la pobreza y con ganas de continuar desarrollando sus ideas, extendiendo sus tentáculos en un país con una economía pujante. Gropius fue nombrado director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Harvard; mientras que Moholy-Nagy fundó lo que denominó el Nuevo Bauhaus, que se terminó convirtiendo en la Escuela de Diseño de Chicago. La suerte de Mies van der Rohe, quizá el más polémico de los artistas de esta escuela, fue otra. Demoró más en abandonar Alemania y aún purga con el fantasma de su tibieza ante la llegada del nazismo. Fue él quien diseñó la emblemática casa Farnsworth, en Illinois, en honor a quien fuera su pareja, un ejemplo claro de la economía de la forma que se proponía esta corriente.

Azucarera (Otto Lindig), taller de cerámica de Dornburg, 1922/23
Azucarera (Otto Lindig), taller de cerámica de Dornburg, 1922/23 Crédito: Andreas Körner/Gentileza IFA

«Los miembros de la Bauhaus emigraron y trasladaron al mundo sus ideas. Por ejemplo, a la Argentina, la Bauhaus llegó de la mano de Grete Stern y de Horacio Coppola», precisa Friedewald. El curador se refiere al fotógrafo amigo de Jorge Luis Borges, cuya primera mujer fue también fotógrafa y ambos, discípulos de la Bauhaus de Weimar, trajeron al Río de la Plata estas ideas. El MoMA de Nueva York le dedicó a esta pareja de fotógrafos en 2015 una muestra retrospectiva. Además, en la Argentina existe desde 2001 la cátedra Walter Gropius, en Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Di Tella.

Plato (Otto Lindig), taller de cerámica de Dornburg 1922/23
Plato (Otto Lindig), taller de cerámica de Dornburg 1922/23 Crédito: Andreas Körner/Gentileza IFA

Stern fue una de las primeras feministas del mundo de la fotografía. Antes de ingresar a la Bauhaus, tenía su propio taller de fotografía junto a una amiga, Ellen Rosenberg Auerbach, pioneras de la fotografía publicitaria. Europa miraba con curiosidad a la Bauhaus por muchos motivos y uno de ellos se debía a que su sistema permitió y estimuló un acto poco extendido para esa época: el ingreso de mujeres a las aulas tan masculinas. «Las mujeres eran muy importantes en la Bauhaus. Al comienzo, Gropius planteó que todos son iguales para la Bauhaus, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, y todos tienen los mismos derechos y responsabilidades. Todas las mujeres tenían que asistir al taller y no se cometían diferencias. Eran mujeres muy libres y modernas», precisa Friedewald. Marianne Brandt diseñó teteras y ceniceros, por ejemplo, que integran aún hoy colecciones de vajilla.

Cenicero (Marianne Brandt), 1924
Cenicero (Marianne Brandt), 1924 Crédito: Andreas Körner/Gentileza IFA

Una de las secciones que aborda la exposición se centra en la vida cotidiana y social de los miembros de la Bauhaus, una agenda que incluía múltiples encuentros y fiestas. «Aquellas fiestas también constituían un ámbito para la enseñanza. Se proponía un tema y así se celebraba, por ejemplo, «La fiesta del metal», y se decoraba el sitio de ese modo, se vestían de este modo. Estaban los alumnos y los profesores, todos juntos».

Coherente con su nombre, esta escuela comenzó a erigir sus propias casas, con diseños sobrios con techos planos, fachadas lisas, la ausencia total de ornamentación y de lujos siempre inspirada en la bandera menos es más.

Revista de diseño editada por la Bauhaus a cargo de Hannes Meyer y Ernst Kállai, 1928
Revista de diseño editada por la Bauhaus a cargo de Hannes Meyer y Ernst Kállai, 1928 Crédito: Andreas Körner/Gentileza IFA

La tipografía era entendida como un elemento de la Bauhaus y este tipo de letra sin remate ha permanecido a través de las décadas. «La legibilidad de la comunicación nunca puede sufrir bajo una estética admitida a priori. Los tipos de letras nunca deben ser forzados en una forma predeterminada», escribió Moholy-Nagy.

El teatro tenía también un espacio reservado en esta escuela. Oskar Schlemmer, famoso por su cuadro Escalera de la Bauhaus, que se exhibe en el MoMA, impulsaba la experimentación escenográfica y de vestuario. En el Museo Reina Sofía de Madrid, se conservan algunos de sus diseños, como el Ballet Triádico (1922), su composición más célebre.

Si bien hubo rencillas dentro de la Bauhaus, el espíritu de comunidad y su afán por sembrar en las nuevas generaciones herramientas para que el hombre tuviera una mejor calidad de vida continúan latiendo, y con el transcurrir de las décadas siguen intactos. Fue su sentido de unión y su impronta pedagógica el elemento más elogiable de este grupo de hombres y mujeres cuyo propósito era hacer más confortable la vida cotidiana. Construyeron casas, edificios, objetos y también un modo único de concebir el trabajo y la creación en un universo dominado por la industria y los egos.


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